sábado, 29 de abril de 2017

III DOMINGO DE PASCUA

 Lc 24, 13-35

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén nos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo: «¿Qué?».
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


¿NO ARDÍA NUESTRO CORAZÓN CUANDO NOS EXPLICABA LAS ESCRITURAS?


En este tercer domingo de Pascua el evangelio nos recuerda la historia de dos discípulos que no veían más allá de lo simplemente se ve.

Los de Emaús al principio no entendieron nada. Hasta que pasaron de ver con la vista a mirar con el corazón. Entonces comprendieron el Amor de Dios.

Y así ardía su corazón en contacto con las Escrituras explicadas por Jesús. En la oración de hoy dejemos que Jesús nos explique las Escrituras para que también arda nuestro corazón.




SEÑOR DE CIELO Y TIERRA

Mt 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».



MANSO Y HUMILDE


Jesús es el Maestro, maestro de nuestra vida en todo y el mayor pedagogo de la Historia. Es el que nos enseña, el que nos educa.

Y en el evangelio de hoy nos dice que aprendamos de Él una cosa. No nos dijo que aprendamos a hacer milagros, ni a andar sobre el mar.

Nos dijo que aprendiésemos a ser mansos y humildes, virtudes que no son muy comunes. Y eso es lo que debemos ser para parecernos cada vez más a Él.



viernes, 28 de abril de 2017

LO SEGUÍA MUCHA GENTE

Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:  «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.


QUE NADA SE PIERDA


Hoy el evangelio nos habla de la multiplicación de los panes y los peces. Y esa escena nos habla de la generosidad de Dios, como cuando los israelitas iban por el desierto y nunca les faltó de nada.

Dios es generoso. Pero no derrochador. Después de que comieron miles de personas, sobró comida. "Que nada se pierda", dijo. 

Tengamos presente la generosidad de Dios para aplicarla en nuestra vida, pero seamos también cuidadosos en que nadie se quede sin lo necesario.


jueves, 27 de abril de 2017

DIOS ES VERAZ

Jn 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.

El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.


NO DA EL ESPÍRITU CON MEDIDA


Hoy el evangelio de Juan nos muestra a Jesús hablando sobre el Espíritu, Él también era "catequista". Había venido para que tuviéramos vida y vida abundante.

Y esta vida abundante nos vendrá por el Espíritu porque, como nos dice Jesús, Dios no da el Espíritu con medida. Dicho con otras palabras: Dios da sin medida, generosamente, hasta rebosar.

Y así nos da su Espíritu para que rebosemos de sus dones y sus frutos. Pidámosle al Señor que, al igual que Él es generoso en darnos su Espíritu, así lo seamos también nosotros con el prójimo. 


miércoles, 26 de abril de 2017

BRILLE ASÍ VUESTRA LUZ

Mt 5, 13-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielos».


LA LUZ Y LA SAL


Hoy, como siempre, el evangelio nos lo pone muy claro. somos la luz del mundo y la sal de la tierra. Somos luz y sal y como tal debemos vivir.

La luz ilumina, da claridad y, a veces, deslumbra. La sal da sabor, a veces cura y nos hace desear el agua. Y eso es lo que quiere decirnos Jesús hoy.

Debemos iluminar al mundo y a aquellos que nos rodean y deslumbrarles a veces, sí. Y debemos dar sabor al mundo, y a veces curarlo, sí. Y hacerle desear el agua del Espíritu, para que Él renueve los corazones.


martes, 25 de abril de 2017

ID AL MUNDO ENTERO

Mc 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.


POR TODAS PARTES


Hoy en la Iglesia celebramos a san Marcos. Fue uno de los evangelistas y gracias a él sabemos muchas cosas de Jesús que nos relata en su evangelio.

En la liturgia nos animan a llevar el evangelio por todas partes. En aquel entonces significaba viajar a todo el mundo conocido, hasta el fin de la tierra, Finisterre, y predicando a todo el que se encontraban ofreciéndole la alegría de una vida en seguimiento de Jesús.

Hoy, ese "por todas partes" nos es más fácil por las comunicaciones tan rápidas que existen. Pero también debemos llevar el evangelio, la Buena Noticia de Jesús por todas partes, a todo aquel que se encuentre con nosotros, sin excepción, ofreciendo la mayor alegría de la que disfrutamos, ser amigos de Jesús de Nazaret.




lunes, 24 de abril de 2017

NACER DEL ESPÍRITU

Jn 3, 1-8

Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? ».
Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».


EL AGUA Y EL ESPÍRITU


Ya introducidos de lleno en los días de Pascua el evangelio nos habla del Espíritu. La Cuaresma nos preparó para la Pascua y la Pascua nos debe preparar para recibir al espíritu Santo en Pentecostés.

El agua siempre se ha relacionado con el Espíritu Santo. El agua lava, purifica, refresca... como el Espíritu Santo cuando lo recibimos; así nos renueva.

Lo que nace del agua y del Espíritu, nace de nuevo, aunque nos cueste entender este "nacer de nuevo", como Nicodemo. Pidamos a Dios ese agua que cambia nuestra vida y la llena. 

¡Feliz día de la Conversión de san Agustín!


domingo, 23 de abril de 2017

II DOMINGO DE PASCUA. DOMINGO DE LA MISERICORDIA

Jn 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


DOMINGO DE LA MISERICORDIA


El segundo domingo de Pascua fue instituido por san Juan Pablo II como "Domingo de la Misericordia" y así lo celebramos desde entonces.

En este tiempo de Pascua debemos celebrar también la Misericordia infinita de Dios, que quiso salvarnos por su Hijo muerto y resucitado.

Misericordia que debemos ejercer con todos nuestros hermanos, a ejemplo de Jesús, que repartió misericordia a todo aquel que se cruzaba en su camino. Celebremos la misericordia siendo misericordiosos como el Padre.



sábado, 22 de abril de 2017

SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA

Mc 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».



NO LA CREYERON


Hoy el evangelio nos cuenta que María Magdalena fue a contarles a los apóstoles que Jesús había resucitado y no la creyeron.

María, entusiasmada, contándoles su experiencia de la Resurrección y no la creyeron. Hasta que lo vieron por ellos mismos. 

Los testigos del amor de Cristo tenemos un gran enemigo: la incredulidad o la falta de fe del corazón de aquellos que caminan con nosotros. Aun así, sigamos siendo testigos. Algún día no lejano nuestros compañeros tendrán su experiencia de Resurrección y entonces ellos también serán testigos y proclamarán lo que han visto, como María. 



jueves, 20 de abril de 2017

VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Jn 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar».
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron: «No».
Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: «Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.


¡ES EL SEÑOR!


Jesús había resucitado. La mujeres vinieron contándolo, pero los apóstoles no acababan de creerlo. Un poco defraudados fueron a pescar, fueron a seguir con la misma vida que tenían antes de conocer a Jesús.

Y les pidió pescado, pero no tenían, no habían podido pescar nada, hasta que por una palabra suya se volvió a producir una pesca milagrosa. Y así lo reconoció Juan: ¡Es el Señor!

Pidámosle que cuando estemos defraudados con algo siempre tengamos a alguien al lado que reconozca al Señor y nos lo muestre. Que te reconozcamos, Señor, en el hermano y al partir el Pan. 



JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA

 Lc 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y le dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».



VOSOTROS SOIS TESTIGOS


Al volver los discípulos de Emaús a Jerusalén fueron rápido a contar a los apóstoles su encuentro con Jesús y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Fueron testigos de lo que ocurrió y lo contaron, haciéndose así apóstoles y misioneros de Jesús con la alegría de propagar la Buena Noticia de Jesús. 

Nosotros también hemos sido testigos de la gracia de Dios en nuestras vidas y en la de nuestros hermanos. Seamos apóstoles y testigos del Maestro, llevando la alegría del Evangelio a aquel que lo necesite. 


miércoles, 19 de abril de 2017

MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

 Lc 24, 13-35

Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:  «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabe lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo: «¿Qué?».
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrará así en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea a donde iban y él hizo simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


AL PARTIR EL PAN


Siguiendo con las narraciones evangélicas después de la Resurrección hoy nos ofrece la conversación de Jesús con los discípulos de Emaús.

Iban ellos comentando lo que había pasado y algo defraudados por lo vivido en Jerusalén: habían apresado a Jesús y lo habían crucificado. Y ahora, ¿qué?

Jesús les salió al encuentro y le reconocieron al partir el pan. Señor, que cuando nosotros estemos desanimados y no encontremos razones salgas a nuestro encuentro al partir del pan de la Eucaristía. Allí te encontramos siempre, eternamente fiel. 



martes, 18 de abril de 2017

MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA

 Jn 20, 11-18

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice: «¡María!».
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro"».
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».




¿A QUIÉN BUSCAS?


La liturgia sigue ofreciéndonos textos sobre la Resurrección. Durante esta octava será así, ya que la Buena Noticia de la Pascua es digna de celebrarse durante una semana entera como si fuera el primer día.

Hoy nos regala la pregunta que Jesús le hizo a María Magdalena: "¿A quién buscas?" Porque esa misma pregunta nos la hace a nosotros.

¿A quién buscas? ¿No es verdad que debemos buscar siempre, en todo y sobre todo a Jesús, que es el Único que merece ser buscado por nosotros? Busquémosle, que Él siempre se deja encontrar.



lunes, 17 de abril de 2017

LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Mt 28, 8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.


¡ALEGRAOS!


Durante toda esta semana celebraremos la Pascua como si fuera el domingo de Pascua. Y es que la Pascua es la fiesta más importante para un cristiano. 

A partir de ayer cincuenta días para disfrutar y celebrar que Jesús venció a la muerte. Ya no hay pena que no se pueda superar. 

¡Alegraos! Dios ha resucitado y Dios se ha querido quedar con nosotros en la Eucaristía. Dios ha resucitados y ha querido quedarse con nosotros en nuestros hermanos. 



sábado, 15 de abril de 2017

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Jn 20, 1-9

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


¡RESUCITÓ, ALELUYA!

¿No la habéis visto? ¿No habéis visto a María Magdalena correr anunciando la mayor de las noticias? Fijaos quién anuncia hoy la Resurrección: nadie. 

Ya no gritamos, ya no nos emocionamos, ya nos nos alegramos por fuera ni por dentro. ¡Estamos tan acostumbrados a oír que Jesús ha resucitado...!

Pero en verdad es la mayor de las noticias, que no saldrá en televisión ni en las redes sociales. Y es la única noticia que deberíamos gritar al mundo: ¡Jesús ha resucitado! Por Él vivimos, somos y existimos, por Él amamos y somos amados, por Él, solo por Él. Por eso gritemos hoy al mundo la mayor de las alegrías, felicitemos hoy con la mayor de las noticias: ¡Ha resucitado y resucitaremos con Él! 




jueves, 13 de abril de 2017

VIERNES SANTO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18, 1-19, 42

C. En aquel tiempo Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: 
—¿A quién buscáis? 
C. Le contestaron: 
S. —A Jesús el Nazareno. 
C. Les dijo Jesús: 
—Yo soy. 
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: 
—¿A quién buscáis? 
C. Ellos dijeron: 
S. —A Jesús el Nazareno. 
C. Jesús contestó: 
—Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. 
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» 
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: 
—Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber? 
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año, el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: 
S. —¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre? 
C. Él dijo: 
S. —No lo soy. 
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. 
Jesús le contestó: 
—Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo. 
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, 
diciendo: 
S. —¿Así contestas al sumo sacerdote? 
C. Jesús respondió: 
—Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado;pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? 
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. 
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: 
S. —¿No eres tú también de sus discípulos? 
C. El lo negó diciendo: 
S. —No lo soy. 
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: 
S. —¿No te he visto yo con él en el huerto? 
C. Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo. 
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos y dijo: 
S. —¿Qué acusación presentáis contra este hombre? 
C. Le contestaron: 
S. —Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos. 
C. Pilato les dijo: 
S. —Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley. 
C. Los judíos le dijeron: 
S. —No estamos autorizados para dar muerte a nadie. 
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: 
S. —¿Eres tú el rey de los judíos? 
C. Jesús le contestó: 
—¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? 
C. Pilato replicó: 
S. —¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho? 
C. Jesús le contestó: 
—Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. 
C. Pilato le dijo: 
S. —Conque, ¿tu eres rey ? 
C. Jesús le contestó: 
—Tu lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo;para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. 
C. Pilato le dijo: 
S. —Y, ¿qué es la verdad? 
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: 
S. —Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? 
C. Volvieron a gritar: 
S. —A ése no, a Barrabás. 
C. (El tal Barrabás era un bandido.) 
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura;y, acercándose a él, le decían: 
S. —¡Salve, rey de los judíos! 
C. Y le daban bofetadas. 
Pilato salió otra vez afuera y les dijo: 
S. —Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa. 
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: 
S. —Aquí lo tenéis. 
C. Cuando lo vieron los sacerdotes y los guardias gritaron: 
S. —¡Crucifícalo, crucifícalo! 
C. Pilato les dijo: 
S. —Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él. 
C. Los judíos le contestaron: 
S. —Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios. 
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús: 
S. —¿De dónde eres tú? 
C. Pero Jesús no le dio respuesta. 
Y Pilato le dijo: 
S. —¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte? 
C. Jesús le contestó: 
—No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor. 
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: 
S. —Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César. 
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «El Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. 
Y dijo Pilato a los judíos: 
S —Aquí tenéis a vuestro Rey. 
C. Ellos gritaron: 
S. —¡Fuera, fuera;crucifícalo! 
C. Pilato les dijo: 
S. —¿A vuestro rey voy a crucificar? 
C. Contestaron los sumos sacerdotes: 
S. —No tenemos más rey que al César. 
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron;y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz;en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDIOS. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: 
S. —No escribas «El rey de los judíos» sino «Este ha dicho: Soy rey de los judíos». 
C. Pilato les contestó: 
S. —Lo escrito, escrito está. 
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: 
S. —No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quien le toca. 
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: 
—Mujer, ahí tienes a tu hijo. 
C. Luego dijo al discípulo: 
—Ahí tienes a tu madre. 
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: 
—Tengo sed. 
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo: 
—Está cumplido. 
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. 
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»;y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. 
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. 


ESTÁ CUMPLIDO

Ya se ha cumplido todo, Señor. Llegaste al final, lo hiciste, te entregaste hasta la extenuación. Cumpliste tu palabra y has muerto por Amor.

Ahora todo es silencio, tinieblas, hasta el cielo se oscurece. La soledad del Gólgota resuena en nuestros corazones. Todo está cumplido.

Jesús muere, se rasga el velo y tiembla la tierra. Hoy vence la muerte, pero por poco tiempo. Jesús no ha dicho su última palabra.