Mc 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
A SOLAS
Jesús se llevó a sus discípulos a solas. Allí, en la soledad sonora es donde mejor se escucha la música callada de Dios.
Cuando quieras orar, procura estar a solas. Dios habita en el silencio, en la soledad y en lo escondido. Y en esa soledad y silencio despierta en nosotros un deseo profundo por Él.
Y desde esa interioridad trascendente, después de haber sentido la suavidad de Dios, llevemos esa suavidad a los hermanos, donde también habita Dios, amándolos a manos llenas.
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