Lc 4,16-21
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
JUEVES DE FRATERNIDAD
Jueves santo. Día en que recordamos el mayor gesto de fraternidad y humildad: Dios quiso quedarse con nosotros en el pan y en el vino. Para siempre, a fondo perdido. Y nos enseñó con ello cómo debemos entregarnos. Porque vino a dar la buena noticia a los pobres, a los corazones desgarrados, como dice Isaías.
Y nosotros, ante ello, no podemos hacer otra cosa que cantar eternamente sus misericordias y celebrar su fidelidad para con nosotros en el correr de nuestra vida, de la humanidad. Quiso quedarse, y lo hizo para siempre con un gesto de amor sin precedentes. Él, que es el Alfa y la Omega, el Todopoderoso, el Príncipe de los reyes de la tierra, quiso ser pan partido y repartido.
Seamos pan también nosotros. Partido y repartido para todo el que lo necesite. Seamos gesto, seamos misericordia, seamos para los demás, a fondo perdido, curando los corazones desgarrados. Seamos Jesús porque Jesús hoy es amor fraterno hasta el extremo.
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