Mt 13, 47-53
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?»
Ellos le responden: «Sí».
Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
LO NUEVO Y LO ANTIGUO
No podemos negar a Jesús su gran pedagogía al enseñarnos todo lo relativo al Reino y a su Padre Dios. Al final les pregunta: ¿Habéis entendido todo esto? Ellos respondieron que sí.
¿Y nosotros? ¿Hemos entendido lo que nos explica día a día en el evangelio? ¿Hemos entendido que somos nosotros los que debemos hacer realidad el Reino a cada momento en nuestra vida?
Dios, como dijo san Agustín, es la Belleza siempre antigua y siempre nueva. Belleza que existe desde siempre y Belleza que nos sorprende en el día a día. Contemplemos esa Belleza y dejémonos siempre asombrar por ella.
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