Mc 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
SE ESCANDALIZABAN A CUENTA DE ÉL
Aun hoy, más de 2000 años después hay quien se escandaliza de Jesús y de todos aquellos que le seguimos. No tenemos que justificar nuestro seguimiento de Jesús.
Pero Él nos dijo que siempre estuviéramos dispuestos a dar razón de nuestra fe. Y para ello debemos estar dispuestos también a ser escándalo para los demás. Escándalo de misericordia y compasión, claro está.
A quien se escandaliza de Jesús a día de hoy, respondamos con fe, con obras, con misericordia, con compasión y con razones. La mayor de ellas, el amor.
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