Jn 10, 27-30
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno».
EL BUEN PASTOR
En este IV domingo de Pascua celebramos el domingo del Buen Pastor, en el que rezamos especialmente por el aumento de vocaciones a una especial consagración. Nosotros somos ovejas de su rebaño. Como un pastor bueno, así nos trata. Su misericordia y fidelidad son eternas, dice el Salmo.
La lectura de hoy del Apocalipsis nos dice que el eternamente fiel enjugará las lágrimas de nuestros ojos y nos conducirá a fuentes de aguas vivas, como un pastor a su rebaño. El agua del Espíritu, que es el que nos sacia, refresca y da vida a la Iglesia.
Nos da la vida eterna, ¿qué más podemos pedir? Vida en la que escucharemos su voz y nada podrá arrebatarnos de su mano. Allí no pereceremos para siempre y Dios acampará entre nosotros. Buen Pastor que siempre vela por nosotros.
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