lunes, 18 de septiembre de 2023

NO SOY DIGNO

 Lc 7,1-10

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:
«Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga».
Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:
«Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir a ti personalmente. Dilo de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

NO SOY DIGNO
El centurión le dice a Jesús que no es digno de recibirlo en su casa, pero que sabe que puede curar a su criado. Y así fue.
Nuestra fe nos pone delante ante un espejo sabiendo que no somos dignos de que Jesús entre en nosotros, en nuestra casa. Pero eso no disminuye nuestras ganas de que venga a nuestra casa.
Y esa misma fe nos muestra que Él es Omnipotente. Por eso, puede curar, puede entrar y puede sanar todo aquello que no esté sano en nuestro interior. Ven, Señor, y cúranos.

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