domingo, 23 de febrero de 2025

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Lc 6,27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.
Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

HACED EL BIEN
La enseñanza de hoy del evangelio es muy sencilla, muy profunda y muy rompedora. "Haced el bien". Si todos cumpliéramos esta sencilla premisa el mundo cambiaría, daría n vuelco total.
Pensémoslo. Si hiciéramos el bien en cada segundo, en cada ocasión, a cada momento todos y siempre, de verdad que no viviríamos en este mundo de envidias, mentiras y traiciones. 
Todos sabemos qué está bien y qué está mal. Todos sabemos qué es el bien y el mal y cómo hacerlo. Sigamos el ejemplo de Jesús y hagamos siempre el bien. Todo cambiará. 

domingo, 16 de febrero de 2025

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Lc 6,17.20-26

En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».

BIENAVENTURANZAS
El evangelio de hoy son las Bienaventuranzas. Con el sermón de la montaña Jesús nos invita a ver la vida desde otro ángulo al de la sociedad actual. Se suele buscar la riqueza, el poder y el placer como fuentes de felicidad, pero Jesús proclama que la verdadera bendición y la verdadera felicidad se encuentran en los valores espirituales y en la humildad.
Los rectos y sencillos de corazón saben de Jesús, en ellos habita. Son los que viven las bienaventuranzas, aunque no se les entienda, aunque se les vea como algo no común. Pero debe ser así. Nuestra compostura y acción deben hacer que los demás se pregunten el por qué.
Y sabremos decirles que es por lo mejor de nuestra vida, Jesús. Y animar a todos a que también lo conozcan y a que vivan con generosidad las bienaventuranzas. ¡Cambiemos el mundo!

domingo, 9 de febrero de 2025

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Lc 5,1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

DEJÁNDOLO TODO

El libro de Isaías nos sorprende con esta declaración de esperanza y confianza en un Dios que envía, aun sabiendo que solo somos unos meros servidores en la causa del Reino.

Y Pablo lo refuerza con otra declaración de abandono filial es las manos de Dios: "Por la gracia de Dios soy lo que soy", confiando la vida entera en las manos de Dios Amor.

Pedro, en el evangelio nos regala otra declaración de amor y confianza en el Único que nos ama hasta el extremo: "En tu nombre, echaré las redes". Echemos las redes para, con la gracia de Dios, sirvamos al Reino y este llegue cuanto antes a este mundo tan maltrecho. 


domingo, 2 de febrero de 2025

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

 Lc 2,22-32

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.»

PRESENTACIÓN
Hoy, en la fiesta de la Presentación tenemos a dos personajes que reconocen a Jesús: dos personas ancianas que habían sido fieles toda su vida, esperando al Mesías, la promesa de Israel, la promesa de salvación.
Hoy celebramos la fiesta de la luz, la Candelaria, porque Él es la Luz, la luz de nuestra vida, la salvación que ilumina. Ana y Simeón buscaron y encontraron la luz.
Todos debemos buscar esa Luz, la luz que nos hará brillar, la luz que hará que alumbremos la vida de nuestros prójimos. Seamos luz de Dios para los demás.