sábado, 5 de marzo de 2016

DOS HOMBRES SUBIERON AL TEMPLO A ORAR


Lc 18, 9-14 


En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo". El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador" Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».


EL QUE SE HUMILLA, SERÁ ENALTECIDO


La actitud fundamental que debe surgir de la verdadera oración es la humildad, sabernos en manos de Dios, frágiles y pequeños, ya que desde la humildad podemos llegar no solo al corazón de nuestro Padre, que está en el Cielo, sino al corazón de nuestros hermanos.

No podemos olvidar que Jesús no vino a salvar a los justos, sino a los pecadores y, desde la humildad, lo pequeño se hace grande, se enaltece a los humildes y se llena de bienes a los pobres.



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