lunes, 14 de septiembre de 2020

LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

 Jn 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».

LA CRUZ

El signo por el que nos distinguimos los cristianos, allí donde murió nuestro Salvador, allí donde se demostró el mayor amor del mundo.

La Cruz, clavada en tierra y clavada en nuestro interior desde el Gólgota. Cruz que salva, Cruz que lava, Cruz donde se derramó amor en forma de Sangre y agua.

La Cruz, bendita Cruz. Bendita la carga que llevó y quien la portó. Cruz que nos recuerda nuestra vida. Cruz que nos grita AMOR.


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