sábado, 2 de febrero de 2019

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Lc 2, 22-32
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

EL CONSUELO DE ISRAEL
Hoy es un día grande en la Iglesia. Celebramos la Presentación del Señor en el templo de Jerusalén. Sus padres lo consagraron al Señor como varón primogénito.
Por ello hoy también se celebra en todo el mundo el Día de la Vida Consagrada. Vida necesaria en la Iglesia por la que debemos pedir para que Dios aumente su eficacia y su número.
Ser consuelo de Dios, ¿así deberíamos llamar a la Vida Consagrada? Ser luz, alumbrar y dar gloria a Dios. Que así sea siempre la Vida Consagrada.


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