lunes, 21 de diciembre de 2020

¡OH, SOL!

 Lc 1, 39-45

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

¡OH, SOL!

Se acerca el día del Sol, aquel Sol que nos da la verdadera luz, que nos quema con verdadero fuego, que nos calienta con la llama verdadera.

Llama que nunca se apaga, luz que resplandece desde siempre hasta el fin de los tiempos y más allá. Fuego que enciende corazones.

Sol que vence a las tinieblas de la muerte, visítanos con tu resplandor.

¡Oh, Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

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