lunes, 29 de febrero de 2016

EN TIEMPOS DE ELÍAS

Lc 4, 24-30 

Habiendo llegado Jesús a Nazaret , le dijo al pueblo en la sinagoga: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

SE ABRIÓ PASO ENTRE ELLOS Y SE ALEJABA




Causa lástima y estupor que Jesús, después de predicar en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, tuviera que abrirse paso entre sus paisanos porque querían despeñarlo.


Y se alejaba. Porque, como dijo en otra ocasión, estaban ciegos y no habían entendido nada de las Escrituras.

Pidámosle a Jesús que nunca se aleje de nosotros, que nunca estemos ciegos para reconocer su amor y misericordia. Que siempre sea profeta en nuestra tierra. 





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