sábado, 4 de febrero de 2017

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».


LA LUZ Y LA SAL


La comparación y la parábola no puede ser más explícita. Somos sal y somos luz. No se puede ocultar: la sal y la luz tienen una misión y la cumplen. No pueden no hacerlo.

La sal da sabor y la luz da color a las cosas. Eso es lo que debemos hacer nosotros los cristianos y lo que nos encomienda hacer Jesús en medio de esta sociedad sin sabor y sin color.

Démosle ese color y ese sabor al mundo desde nuestras convicciones cristianas. Dios nos da fuerza para ello. Hablemos de Jesús a nuestros hermanos siendo sal y siendo luz. 



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