lunes, 23 de diciembre de 2019

¡OH, EMMANUEL!


Lucas 1, 57-66

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.

¡OH, EMMANUEL!

Y llegamos al día final de "las Oes". Emmanuel, Dios con nosotros. Solo pronunciar esas tres palabras debería hacernos reflexionar que todo un Dios quisiera venir a nosotros, hacerse uno de nosotros. 

Acojámoslo como lo hizo María, con sencillez y humildad y, a la vez, con decisión. En nuestro interior, sabiendo que Dios está con nosotros y en nosotros. Guardemos, como Ella, todas las cosas en nuestro corazón para mostrarle al mundo el Dios que llega.

¡Oh, Emmanuel, rey y Legislador nuestro, Esperanza de las naciones y Salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!


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