domingo, 24 de mayo de 2020

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


 Mt 28, 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos».


ASCENSIÓN

Toda la semana la Liturgia nos ha estado preparando para este momento: Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas, como nos dice el Salmo. Jesús ha cumplido su misión de mostrarnos al Padre. Y con Él, también nos mostró su Corazón, su verdadero Rostro. La Verdad, el Camino a recorrer por todos ha quedado claro.

Ya puede volver al Padre, "al Dios mío y Dios vuestro". Puede ascender con la confianza de que el Espíritu nos lo mostrará todo y sabremos seguir su ejemplo y su estela. A veces mejor, a veces peor, pero siempre tendremos un Corazón al que volver, un Corazón de Misericordia infinita.

Nos dejó una misión: guardar todo lo que nos ha mandado, bautizar en nombre de la Trinidad y confiar en Dios hasta el fin de los tiempos. Sube al Padre, pero se queda en nosotros.


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