jueves, 16 de enero de 2020

QUIERO, QUEDA LIMPIO


Mc 1,40-45

En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

COMPADECIDO

No nos deberían extrañar las expresiones del evangelio que se refieren a Jesús como a una persona compasiva. A veces nos lo han presentado muy lejano a las emociones.

Él era Dios, pero también hombre. No olvidemos que el Dios cristiano es un Dios compasivo y así se muestra Jesús.

Manso, humilde, compasivo. Así nos enseñó a ser. Sigamos su ejemplo.


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