miércoles, 7 de julio de 2021

CREER SIN HABER VISTO

 Jn 20, 24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

CREER SIN HABER VISTO

Quizá sea lo más difícil de vivir y de comprobar, precisamente porque la fe es eso, creer sin ver.

En la época de las comunicaciones telemáticas, visuales, se nos pide no ver, creer sin tener evidencias de ningún tipo.

Pero esa es nuestra riqueza, nuestra alegría y nuestra suerte. Creer en Jesús, creer sin ver poniendo toda nuestra esperanza en aquel que nos salvó.

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