domingo, 5 de septiembre de 2021

DE PIE A SU LADO

 Lc 4, 38-44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban; y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto.
La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.
Pero él les dijo:
-«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado».
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

DE PIE A SU LADO

La suegra de Simón estaba con fiebre y pidieron a Jesús que la curase. Él, lo hizo, de pie a su lado.

Cuando pedimos a Jesús por alguien, o, por nosotros mismos, Él está de pie, a nuestro lado. No lo vemos, pero está.

No deja de preocuparse por nosotros, por nuestras cosas, por todo lo que nos concierne. A nuestro lado, de pie, en actitud vigilante y de cuidado. Observemos con atención.

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