lunes, 20 de septiembre de 2021

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Mc 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó
«¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

ME ACOGE A MÍ

Acoger es un gesto de entrega a todo aquel que llega. Acoger es dar entrada en tu corazón a toda persona y a toda su persona, con lo bueno y no tan bueno que traiga su mochila.

Así acogía Jesús, a todo el que llegaba, con lo bueno y lo malo que traía, sabiendo siempre que en su Corazón caben y cabemos todos. "El Señor sostiene mi vida", nos dice el Salmo. Nos acoge y nos sostiene.

Acojamos nosotros a Jesús en nuestro corazón, sabiendo que, muchas veces, seremos incomprendidos y acabaremos perseguidos y crucificados, como Él. Pero el Amor es más fuerte que la muerte.


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