miércoles, 17 de mayo de 2017

LA VID Y LA PODA

Jn 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

QUE DEIS FRUTO ABUNDANTE

Una de las muchas características por las que destacó Jesús fue la generosidad; nunca fue tacaño o avaro. Generoso en darse, en palabras, en obras, en milagros, en amor.
Y así también debe ser nuestro fruto: abundante. De lo que recibimos gratis, debemos dar gratis en abundancia, rebosantes de amor.
No seamos tacaños al hablar de Jesús, ni al ofrecerlo al que no lo conoce. Seamos generosos en el ser y en el obrar. 


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