sábado, 6 de abril de 2019

EL PUEBLO DE DAVID


Jn 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Este es de verdad el profeta». Otros decían: «Este es el Mesías».

Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?». Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. 

Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:«¿Por qué no lo habéis traído?». Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre». Los fariseos les replicaron; «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos».

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».

Y se volvieron cada uno a su casa.

ESTUDIA Y VERÁS

Los fariseos discutían entre ellos sobre Jesús. Habían estudiado las Ley y los Profetas y no se aclaraban sobre si Jesús era el Mesías o no.

Lo tenían ante los ojos y no lo veían. Miraban y no veían. Oían y no escuchaban. Quizá nos pase eso a nosotros. Hay que escudriñar un poco más para ver a Jesús en todo.

El ver y el escuchar nos debe llevar a Jesús poniendo ante nuestros ojos todas las maravillas que Dios nos regala a diario. Estemos atentos.




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