lunes, 15 de abril de 2019

LUNES SANTO


Jn 12,1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?» Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.

Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.


BETANIA

Seis días antes de la Pascua, sabiendo Jesús lo que le esperaba en Jerusalén, quiso ir a visitar a sus amigos, descansar y pasar un rato agradable con la gente que le quería. Fue a Betania.

¿Cuándo nos sentimos cansados y sin fuerzas, sin ánimos para seguir... cuál es nuestra Betania? Allí donde el agua es más clara y los corazones más puros. 

Su Corazón es nuestra Betania. A él acudamos siempre que estemos cansados y agobiados, y Él nos consolará. Seamos Betania también nosotros para los que lo necesiten. 



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