domingo, 7 de abril de 2019

V DOMINGO DE CUARESMA


 Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»
Ella contestó: «Ninguno, Señor».

Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».


¿NINGUNO TE HA CONDENADO?

Una persona condenando a otra. Ley implacable, donde no existe la caridad. Los fariseos condenando a una mujer y Jesús, perdonando. Tantas veces somos fariseos que se nos olvida ser Jesús. Tantas veces ponemos por delante la ley, que se nos olvida la caridad. 

Pero Jesús siempre viene a renovar y renovarnos. Como nos dice Isaías: "Algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis?" Y eso nuevo que brota tenemos que ser nosotros. Brotes nuevos de misericordia, no de odio; no acusadores, sino apóstoles de la Misericordia.

Y Jesús sigue enseñándonos a perdonar, a cambiar de vida. "El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres" nos dice el Salmo. Porque siempre la Misericordia estará por encima del juicio, el Amor por encima de la ley. 



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