domingo, 21 de abril de 2019

LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA


Mt 28, 8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:«Alegraos».Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.

Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».

Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

MIEDO Y ALEGRÍA

Las mujeres, siendo las primeras testigos de la Resurrección de Jesús, llenas de miedo y alegría, fueron a avisar a los demás apóstoles.

Cuando nos dan una noticia importante y buena para nosotros sentimos esa mezcla de sentimientos. Alegría por la noticia y miedo ante la responsabilidad que se presenta a partir de ahora.

Bien, pues Jesús ha resucitado. ¡Ha resucitado! Esa noticia debe hacernos saltar de alegría contagiando a todo el que se cruce con nosotros, que se note que hemos resucitado con Cristo. Y la noticia también nos debe llenar de miedo ante nuestra responsabilidad como cristianos. Jesús ha resucitado, ¡cambiemos el mundo!


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