martes, 25 de diciembre de 2018

IV DOMINGO DE ADVIENTO

Lc 1, 39-45
En aquellos días, María se levanto y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

OH, EMMANUEL
Ya en el IV domingo de Adviento, la liturgia nos ofrece unas lecturas preciosas. Ya llega, está a punto de llegar y viene para salvarnos, para amarnos desinteresadamente y siempre.
Belén, la aldea más pequeña, en la que nadie se fijaba fue la elegida. La humildad fue la premisa desde antes de nacer. esa debe ser también nuestra manera de ser.
Esperemos con María, anhelantes por la venida del mayor regalo que Dios hizo a la humanidad.

¡OH, EMMANUEL, REY Y LEGISLADOR NUESTRO, ESPERANZA DE LAS NACIONES Y SALVADOR DE LOS PUEBLOS, VEN A SALVARNOS, SEÑOR DIOS NUESTRO!

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