jueves, 20 de diciembre de 2018

¡OH, SOL!

Lc 1, 39-45
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

RESPLANDOR DE LA LUZ ETERNA
Hoy la antífona del Magníficat nos habla de luz, de luz eterna, resplandor que nos deslumbra ante su majestuosidad y nos lleva a la luz verdadera.
Dios de Dios, Luz de Luz, rezamos en el Credo. La luz de un Dios que es llama, fuego ardiente que ilumina los corazones con su fuerza.
Sol de justicia que nos hace arder en amor hacia el prójimo. Sol que nunca se apaga, Sol que venció a las tinieblas y a la oscuridad para ofrecernos un Reino de luz.
¡OH, SOL QUE NACES DE LO ALTO, RESPLANDOR DE LA LUZ ETERNA, SOL DE JUSTICIA, VEN AHORA A ILUMINAR A LOS QUE VIVEN EN TINIEBLAS Y EN SOMBRA DE MUERTE!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.