martes, 25 de diciembre de 2018

MAGNIFICAT

Lc 1, 46-56
En aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” - como lo había prometido a “nuestros padres” - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

MAGNIFICAT

Hoy el Evangelio nos ofrece una de sus mayores joyas: el Magnificat. Oración de María compartida con Isabel en la que nos ofrece la visión de un Dios misericordioso.
Deseado de los puebloS y esperado por María y si pueblo desde siglos. La espera se hizo larga, pero llegará y llegará pronto.
Nos formó del barro de la tierra para ofrecernos el mayor tesoro: Él mismo.

¡OH, REY DE LAS NACIONES Y DESEADO DE LOS PUEBLOS, PIEDRA ANGULAR DE LA IGLESIA, QUE HACES DE DOS PUEBLOS UNO SOLO, VEN Y SALVA AL HOMBRE QUE FORMASTE DEL BARRO DE LA TIERRA!

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