domingo, 4 de agosto de 2019

XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Lc 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros? »

Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».

Y les propuso una parábola: « Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha."

Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mi mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente".

Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?"

Así será el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

LA CODICIA

Todas las lecturas de este domingo están orientadas hacia una acritud manifiestamente contraria e incompatible con el ser cristiano: la codicia. No se puede ser cristiano y codicioso. El evangelio nos habla de un rico, lo que no critica Jesús, que es codicioso. Y esto sí es lo que es anticristiano. La codicia nos hace ser ciegos ante la necesidad del otro.

También san Pablo nos lo hace notar hoy. En su carta a los Colosenses nos dice que nos alejemos de la codicia y la avaricia. Si somos avariciosos pondremos nuestro corazón en el dinero y no en Jesús, estaremos más pendientes de crecer en dinero que en crecer en generosidad y servicio a los demás.

"Guardaos de toda clase de codicia", nos dice Jesús. Toda codicia nos aleja de Dios, toda codicia nos hace ser envidiosos y avariciosos. Que nuestra vida sea servicio y misericordia, nunca codicia. Que nuestra vida siempre sea Jesús.


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