martes, 17 de septiembre de 2019

NO LLORES


Lc 7, 11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: No llores».

Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡ Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»

El muerto se incorporo y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».

Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.


DIOS HA VISITADO A SU PUEBLO

El pueblo de Israel sabía reconocer la presencia de Dios entre ellos desde hacía muchos siglos. Profetas, reyes, acontecimientos... habían sido prueba de ello.

También en tiempos de Jesús supieron ver que en Él estaba esa presencia, esa delicadeza de Dios en mostrarse de la manera más adecuada a cada persona.

Y hoy su presencia está velada por tantas y tantas distracciones, pero es posible verla si miramos con atención. Hoy también. En nosotros y nuestras circunstancias. Solo miremos con delicadeza, como Él, y allí lo veremos. 


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