lunes, 23 de agosto de 2021

PARA QUE LOS VEA LA GENTE

 Mt 23, 1-12

En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen , pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbi”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

PARA QUE LOS VEA LA GENTE

La caridad se hace, y punto. Aunque a veces se vea su cara en la de algunas personas que hacen todo por los demás. A veces es inevitable.

Pero la caridad no debería tener cara, sino manos, pies y corazón. Y, claro, no ejercer la caridad para que nos vea la gente. Es una incongruencia.

Debemos r caritativos y sencillos, caritativos y anónimos. Aunque a veces esas manos, pies y corazón sorprendan con una cara alegre y conocida. 

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