martes, 10 de agosto de 2021

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Jn 6, 41-51

En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
«¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.
Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

EL PAN BAJADO DEL CIELO

Este domingo todas las lecturas, aunque no nos lo parezca, se refieren a la Eucaristía. Elías estaba derrotado, no podía más, y recibió un alimento que le dio fuerzas hasta el final del camino.

El Salmo nos habla de lo bueno que es el Señor, que lo gustemos. Y Pablo nos habla de entrega, de ofrenda, de víctima de suave olor.

¿Se podría definir la Eucaristía de forma más preciosa? Es nuestro alimento, se entregó hasta darnos su Cuerpo. Gustad y ved qué bueno es el Señor. 

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