martes, 13 de septiembre de 2022

ÁRBOLES Y FRUTOS

 Lc 6, 43-49

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?
Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».

ÁRBOLES Y FRUTOS

Un árbol bueno da frutos buenos. Un árbol sano, curado, saneado, sin parásitos tiene que dar fruto bueno, con buen sabor y hermoso.

Nosotros debemos ser ese árbol. Cuidados por el Espíritu, sin parásitos del enemigo que estorben los frutos ni las flores, curados por el Amor y la Misericordia.

Demos frutos buenos, de Amor y Misericordia.

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