martes, 13 de septiembre de 2022

LOS IBA CURANDO

 Lc 4, 38-44

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto.
La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos.
Pero él les dijo:
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado».
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

LOS IBA CURANDO

Jesús es el Salvador, el Sanador. Bálsamo para todos, creamos o no. En aquel tiempo, curó y sanó a muchos, todo aquel que se lo pedía.

Ahora, viviendo en esta sociedad increyente, también le podemos pedir que nos cure, que nos salve. Y no solo el cuerpo, también el alma.

Pidámosle siempre que sea nuestro bálsamo espiritual. Y Él nos curará.

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