martes, 13 de septiembre de 2022

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Lc 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, sí echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
"Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

SI ALGUNO VIENE A MÍ

Lo primero que podemos destacar de esa afirmación es la libertad que nos da Jesús. No obliga, no impone, no exige que le sigamos a costa de todo.

"Si alguno viene a mí", es una invitación tan dulce y especial que cómo negarse a ir tras de Él, siguiéndole a donde quiera que vaya. Seguirle es amarle, como decía san Agustín.

Seguirle, amarle, ser uno con Él. Propósito para seguir durante toda la vida. Así cambiará nuestra vida y la de todo aquél que quiera seguir a Jesús. 

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