martes, 15 de marzo de 2022

II DOMINGO DE CUARESMA

 Lc 9, 28b-36

En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

TRANSFIGURACIÓN

Jesús quiso ser entre nosotros como uno de nosotros, un hombre. Si no hubiera sido así, no hubiéramos entendido muchas cosas y podríamos reprocharle su falta de empatía.

Fue como uno de nosotros, igual, menos en el pecado. Pero también se manifestó como lo que era: Dios. Dios entre nosotros y lo hizo en un monte, ante los discípulos.

Su poder, su gloria es para nosotros. Su ser hombre, también. De las dos podemos aprender para poder transfigurarnos en hombres nuevos.

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