viernes, 4 de marzo de 2022

UN VASO DE AGUA

 Mc 9, 41-50

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga.
Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”.
Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

UN VASO DE AGUA

Todos sabemos el valor de un vaso de agua. Es poco, poquísimo, se suele pedir en todas partes y casi nadie te lo niega.

Es prácticamente gratis. Porque no le damos valor, no cuesta nada, pero da mucho.

Y vino Jesús a darle valor a un vaso de agua, el sin-valor cobra valor pasado por el tamiz de Cristo. Demoa agua siempre, también la del Espíritu.

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