sábado, 13 de agosto de 2022

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

  Lc 9, 28b-36

En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban al resplandor.
De repente, dos hombres conservaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que lo cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

SU ROSTRO CAMBIÓ

Hoy celebramos la Transfiguración del Señor. Dice el evangelio que, mientras oraba, el rostro de Jesús cambió. Y no nos debería extrañar.

Al orar todo rostro cambia, toda alma cambia. Cambia el exterior y el interior y eso se nota hacia afuera, en nuestra cara y en nuestras acciones.

Oremos de tal forma que nos transfiguremos y transfiguremos a la vez nuestro entorno hasta que todo y todos cambien al orar a Dios.

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