lunes, 29 de agosto de 2022

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Lc 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús, pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salven?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:
“Señor, ábrenos”; pero él os dirá:
“No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir.
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá:
“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a lsaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

LA PUERTA ESTRECHA

Clarísimo. Hay que pasar por la puerta estrecha para entrar en el Reino de los cielos, para salvarse. A veces nos relajamos en nuestra vida cristiana y pensamos que tenemos algo así como el carnet de un club y ya no hay nada más que hacer.

¿Qué es pasar por la puerta estrecha? La salvación es un regalo de Dios, pero nosotros debemos hacer lo que nos toca, y hacerlo bien. Convertir nuestra vida a Dios permanentemente.

Cada uno sabrá por qué puerta estrecha pasar. Ninguna será igual, pero debemos pasar por ella. Dejemos lo superfluo y las seguridades, amemos con su mismo Amor.


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