martes, 26 de abril de 2016

ALUMBRE ASÍ VUESTRA LUZ

Mt 5, 13-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo. No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».


LA LUZ Y LA SAL


Sal y luz, así debemos ser para los demás. Al conocer a Jesús y su plan de amor para nosotros, nos convertimos en sal y luz para el mundo.

La sal da sabor, es un pellizco de vida y protege de la podredumbre a lo que está vivo. Así como las sombras son sinónimo de muerte, así la luz es sinónimo de vida.

Por ser discípulos del Maestro somos así: luz y sal. SI damos vida y luz seguiremos llevando el Evangelio al mundo. Como la sal, desde dentro, sin que se vea y como la luz, brillando como verdaderos cristianos.



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