jueves, 31 de agosto de 2017

EL DÍA Y LA HORA

Mt 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas".
Pero las prudentes contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis".
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: "Señor, señor, ábrenos".
Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco".
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».


EL ESPOSO TARDABA

Una de las parábolas más conocidas de Jesús es la de las vírgenes y el esposo. El esposo tardaba y las vírgenes lo esperaban, siempre, hasta que llegó.

El esposo y Jesús y, es verdad, muchas veces nos parece que tarda ante lo que le pedimos, lo que queremos o lo que nos gustaría que ocurriese en nuestra vida o en la de los demás.

Pero Él llega siempre. Lo que hace falta es que nosotros estemos siempre a la espera, siempre con las mismas ganas de que regrese, para que, cuando lo haga, estemos con nuestras lámparas encendidas y entremos con Él al banquete.




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