jueves, 1 de febrero de 2018

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Lc 2, 22-32
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

BENDIJO A DIOS
Hoy la Iglesia en todo el mundo celebra la Fiesta litúrgica de la Presentación del Señor en la que recordamos que María y José llevaron a Jesús al templo a ofrecerlo a Dios.
Él ya era de Dios puesto que era Dios mismo. Y Simeón, al verlo, lo tomó en brazos y bendijo al Señor. Un Dios hecho niño al que es sencillo bendecir.
Bendecir, "decir bien" de los demás tampoco nos debería ser difícil. Amar al prójimo como a nosotros mismos es parte de ello. 


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