miércoles, 8 de agosto de 2018

SEÑOR, AYÚDAME

 Mt 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús se retiró a la región de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando».
Él les contestó: «Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame».
Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».
Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».
En aquel momento quedó curada su hija.

TEN COMPASIÓN DE MÍ, SEÑOR
Una mujer cananea le hizo esta petición a Jesús. La misma que muchas veces le hacemos nosotros en diferentes ocasiones de nuestra vida.
La compasión que podemos ofrecer nosotros es ejemplar y digna de admiración. Pues imaginemos la compasión de Dios, Él, que es la misma compasión. 
Sigamos pidiendo su compasión, para nosotros, para nuestro mundo, para esta sociedad tan necesitada de ella, para que el Reino llegue a todos. 


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