miércoles, 23 de enero de 2019

EXTIENDE LA MANO

Mc 3, 1-6
En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»
Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano».
Lo extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

LA DUREZA DE SU CORAZÓN
Nos dice el evangelio de hoy que a Jesús le dolió la dureza de corazón de sus contemporáneos en la sinagoga cuando antepusieron la ley a la caridad.
Un corazón duro es inexpugnable. Un corazón duro levanta muros entre nosotros y el resto de personas y es incapaz de sentir.
No seamos duros de corazón, sino que, a ejemplo del Maestro, tengamos un corazón manso y humilde, misericordioso y compasivo en el que quepa todo el que quiera entrar.


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