viernes, 13 de enero de 2017

NUNCA HEMOS VISTO UNA COSA IGUAL

Mc 2, 1-12

Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decir al paralítico "tus pecados te son perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados - dice al paralítico -: «Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual». 


LES PROPONÍA LA PALABRA

Jesús continua su vida pública y sigue haciendo el bien. La gente le seguía y buscaba sus consejos y sus manos curativas; también su perdón.

En el mundo de hoy, nuestra sociedad está demasiado ocupada para buscar a Jesús. Una sociedad enferma que necesita las manos curativas del Señor, aun sin saberlo.

Seamos nosotros esas manos, esas palabras de Jesús al mundo para ofrecer un camino a nuestros hermanos, una palabra suave que les diga "levántate y echa a andar". 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.