martes, 31 de octubre de 2017

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 Mt 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

ALEGRAOS Y REGOCIJAOS
En la Solemnidad de Todos los santos, en la que la Iglesia universal celebra la memoria de aquellos que ya están en compañía de Dios para estimularnos con su ejemplo.
Por ello hay razón para estar alegres. Allí donde están ellos, algún día podemos llegar nosotros, a la eterna bienaventuranza, a la alegría sin fin.
Alegrarnos y regocijarnos, alegrarnos y vivir en la alegría constante de la esperanza, de la vivencia de la ternura de Dios, de la experiencia de la misericordia ya aquí, haciendo vida el Reino.


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