miércoles, 23 de mayo de 2018

JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Mc 14, 12a. 22-25
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo».
Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

PRONUNCIÓ LA ACCIÓN DE GRACIAS
Jesús, el mismo Dios en la Tierra, daba las gracias por tantas y tantas cosas. Y si Él, siendo quien era, daba las gracias, ¿qué no tendremos que hacer nosotros?
Agradecer debería ser algo connatural a nosotros. Y agradecer a Dios todo aquello que nos regala debería ser connatural a nuestro ser cristiano.
Eucaristía significa "acción de gracias". Y es lo principal por lo que debemos dar las gracias a Dios: por permitirnos participar de ÉL.


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