martes, 15 de mayo de 2018

PARA QUE SE CUMPLIERA LA ESCRITURA

Jn 17, 11b-19
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».

MI ALEGRÍA CUMPLIDA
Jesús, en el evangelio de hoy quiere que su alegría cumplida esté en nosotros. A riesgo de caer en una antropomorfización de Dios, podemos preguntarnos cuál es la alegría cumplida de Jesús.
¿Qué le proporcionaba alegría? ¿Con qué se alegraba Jesús? ¿Cómo pensamos que se cumpliría esa gran alegría de Jesús en nosotros?
Él fue hombre como nosotros, y se alegraría de las mismas cosas con las que nos alegramos nosotros pero, su Corazón desborda todo corazón humano. En su Corazón es donde nuestra alegría está cumplida. 

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