domingo, 15 de julio de 2018

NO ES DIGNO DE MÍ

Mt 10, 34 - 11, 1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo no perderá recompensa».
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

UN VASO DE AGUA FRESCA
¡Con qué poca cosa se conforma Jesús para que recibamos una recompensa en el Reino! Con que demos a beber un vaso de agua fresca...
Un detalle así, casi insignificante y sin importancia, no pasa desapercibido para Jesús, para el que nunca nada pasa desapercibido.
Nos cuida hasta ese punto. Nos ama hasta ese punto. Repartamos "vasos de agua fresca" a todo aquel que nos lo pida o lo necesite.


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