domingo, 23 de septiembre de 2018

EN EL CANDELERO

Lc 8, 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vena la luz.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

NADIE QUE HA ENCENDIDO UNA LÁMPARA, LA TAPA
Lo dijo Jesús: somos luz para el mundo. Y la luz ilumina, clarea el camino oscuro y da calor. Así debemos ser los cristianos, enviados al mundo para ser luz.
Y esa lámpara que arde en nuestro interior debe ser conocida por todos, no debemos taparla y tenerla escondida. Al contrario, nuestra misión es dar a conocer el origen de esa luz.
Y ese origen es Dios. No queda otra que ofrecer al mundo lo magnífico del seguimiento de Cristo y la vocación de servicio a la que hemos sudo llamados. Así seremos luz. 


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